miércoles, 7 de diciembre de 2011

Las paredes están frías y la oscuridad se posa en mis ojos, aunque hay luz, mucha luz a mi alrededor. Creo que el oxígeno dejó de llegar a mi cerebro, pero no involuntariamente, lo bloqueo porque quiero desmayarme y quiero cerrar los ojos un rato, un día, una semana, todo el año.
Me dí cuenta que estoy cansado de ver siempre escoria y mierda en cada persona y me pregunto siempre ¿Ellos no?.
Siempre les gusta estar lamiendo botas o culos, cómo se dice por ahí.
Usualmente no soy grosero (algo raro para un hombre de mi generación). Sé que hay más palabras en el vocabulario aparte de Chingado, Pendejo, Baboso, Puto, Verga y todas sus derivaciones de género o cantidad. No quiero sonar pretencioso con ésto pero no es mi gusto decir éste tipo de palabras. Me gusta jugar.
Y es por ésto que me encuentro en ésta situación. Quiero cerrar mis ojos para siempre, decir mis mantras y sumergirme en el nirvana soñado, por siempre.
El dolor se convierte físico al punto en que tomo aspirina tras aspirina y no se va. Y no me muero.
Me pregunto si será bueno dejar una nota de suicidio, pero estoy tan drogado que creo que no es conveniente escribir en mi estado.
Me siento feliz. Producto de la alta medicación en mi organismo.

Y me oigo reír a carcajadas, pero a lo lejos escucho mi grito, y siento mis lágrimas y quiero levantarme y tirar todo y correr, pero las piernas no me responden.

Creo que todo éste acto es porque ya me cansé.
Me cansé de que tengo que buscar siempre a mis "amigos", siempre tengo que hablar yo por teléfono a mi familia que está lejos y que extraño demasiado, me cansé de esperar que alguno de ellos me preguntara cómo estoy o cómo me siento o qué tal me ha ido o que me quiere y me extraña.
Nunca nadie entendió que siempre tuve sentimientos y que me desesperanzaba su falta de interés por mí. De alguna manera, no me importó durante mucho tiempo, pero me harté. ¡Me harté!.
De sentirme solo.
De pasar el tiempo haciendo cosas por los demás y no por mí.
De perderlo también.
De esperar siempre un maldito ¿cómo estás?.

A estas alturas, ya empiezan a hacer sus efectos las aspirinas y siento algo extraño que no sé de que manera explicarlo. Pero siento que me voy. Y pienso que nadie me extrañó, pero a la vez pienso en campos verdes y veo el horizonte con un amanecer preciosamente dorado. Y pienso que nadie me extrañará, a nadie le importará si estoy o no. Y pienso en dejar mi cuerpo vacío, y me dejo al sentimiento, a la experiencia.

Veo con más nitidez este amanecer.


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