sábado, 15 de mayo de 2010

Histerya.


La histeria (del francés hystérie, y éste del griego ὑστέρα, «útero») es una afección psicológica que pertenece al grupo de las neurosis y que padece el uno por ciento de la población mundial. Se encuadra dentro de los trastornos de somatización y se manifiesta en el paciente en forma de una angustia al suponer que padece diversos problemas físicos o psíquicos. En tanto que neurosis, no se acompaña nunca de una ruptura con la realidad (como en el delirio) ni de una desorganización de la personalidad. Técnicamente, se denomina conversión histérica.
El cerebro histérico no está enfermo, pero ciertas regiones son, manifiestamente, sede de una actividad anormal, y determinados circuitos parecen encontrarse transitoriamente bloqueados por una especie de parálisis funcional.
Los síntomas histéricos, de naturaleza física o psíquica, se manifiestan con un aspecto paroxístico, intermitente o duradero; frecuentemente, son reversibles. Destacan los trastornos motores, sensitivos y sensoriales.

Los trastornos motores son convulsiones o parálisis. Tradicionalmente, la crisis empieza por un aura, conformada por dolores abdominales, palpitaciones, sensación de atragantamiento y alteraciones visuales (ceguera parcial o completa). A continuación, se experimenta una aparente pérdida del conocimiento y en una caída controlada. Luego sobreviene la fase epileptoide, compuesta de paro respiratorio, tetanización, convulsiones y, finalmente, una resolución en forma de fatiga general y respiración ruidosa. Como fase final, se producen contorsiones (movimientos desordenados y gritos) y un periodo de trance, con remedo de escenas eróticas o violentas. El final de la crisis implica el retorno de la consciencia, acompañado de contracciones leves y expresión de palabras o frases inconexas relativas a temas pasionales.



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